Uno de los conceptos que más separa a los padres cuando de educación de sus hijos se trata, es cuando uno cree que el otro, los consiente “demasiado”.
“¡Te está manipulando! ¿Es que no lo ves?” oye uno decir al pasar frente a una pareja con un niño que insiste en hacer algo que uno de los padres quiere evitar que haga mientras, el otro, apoya el deseo insistente del hijo.
Esta dinámica sucede no sólo con niños pequeños. ¡UF! sucede a cualquier edad.
(de hecho, sucede en otras relaciones, cuando uno cree que la madre del otro lo manipula, o el jefe, o la esposa y bueno… seguro conoces a “alguien” que le ha pasado)
Así que en este tema de la manipulación, encontrarán el mismo principio.
Te doy un ejemplo para que tenga más sentido lo que compartiré específicamente sobre este temita que se las trae.
Con excepciones por supuesto, la mayoría de los seres humanos nacemos con cuerpos sanos. Venimos al mundo —en líneas generales, nuevamente— con niveles de salud óptimos.
Pero esos niveles van modificándose, afectándose, en la medida en que vamos mal-tratando al cuerpo.
Por ejemplo, cuando los niños son pequeños, digamos 2 ó 3 años, comienzan a comer alimentos poco saludables como papitas fritas, un ponquecito aquí, una galletica allá.
Y en la medida que seguimos creciendo y pasamos por la adolescencia y llegamos a la adultez, se incrementa el consumo de alimentos inadecuados, genéticamente modificados, refrescos, jugos azucarados, etc.etc.etc. y dejamos de consumir frutas, granos y verduras frescas.
¿El resultado?
Que un cuerpo que era sano… va acostumbrándose a no serlo y no nos damos cuenta. Nos parece normal tener unos “kilitos de más” o tener enfermedades (que el médico se encargará de atender con medicamentos que siguen promoviendo la mala alimentación, porque al fin y al cabo, el médico “resuelve”).
Ok. Vamos a la comparación con la manipulación de los hijos entonces.
> Los niños nacen siendo ELLOS. Nacen emocionalmente saludables. Inocentes. Puros.
No hay tal cosa como bebés deprimidos. Ni siquiera tristes.
Y así como los cuerpos vienen sanos de “fabrica”, ellos vienen con el disco duro mental vacío y el alma plena.
Pero poco a poco, así como les llenamos el cuerpo de la galletica llena de azúcar y los palitos de queso llenos de harina y amarillo #5… vamos llenando sus mentes de creencias.
¿De cuáles creencias?
LAS NUESTRAS
¿Y… cuándo los padres nos ocupamos de evaluar nuestro catálogo de creencias para saber si queremos que sean las que tenemos, las que asuman nuestros hijos?
ejem… ejem….
Por ejemplo, el bebé de 8 meses que llora insistentemente para ser cargado y se calma en brazos de sus padres, ¡¿qué carajo sabe de manipulación?! (y me disculpan el francés), pero… en serio… ¿Manipular?
¡Se calma porque obtuvo lo que quería!
¿Qué esperamos? ¿Una petición expresada verbalmente y justificada con argumentos razonados?
¿Y acaso no es obtener lo que queremos, lo que desearíamos todos?
¿QUIÉN DEFINE COMO “MANIPULACIÓN” EL HECHO DE BUSCAR LOGRAR LO QUE QUEREMOS?
El que lo juzga. Quien lo observa y declara como tal.
Ahora, en la medida en que los niños van creciendo, van descubriendo a través de nuestro ejemplo que hay ciertas acciones que generan más rápidamente, un resultado deseado, porque…
> Los padres somos los maestros de la manipulación
Utilizamos acondicionamientos para lograr resultados.Hacemos pucheros y jugamos a estar tristes, para lograr que nos den un beso… y les decimos frases como:
“Si no te comes la comida, no hay parque”
“Si quieres que te compre el juguete, pórtate bien”
> Y así vamos… ofreciendo magníficas clases de manipulación, a los maestros del aprendizaje: los niños.
Así que con el paso del tiempo ¡claro que los niños manipulan! Aprendieron magníficamente la lección que les dimos, cuando los manipulamos para que ellos, hicieran lo que nosotros queríamos.
Cuando lo hacemos nosotros (manipularlos) si “está bien”, pero cuando lo hacen ellos, ¿se convierte entonces en algo a corregir a toda velocidad?
La gran diferencia está en que la energía desde la cual operan los niños, no tiene la carga dominante y deseosa de poder que muchos adultos le adjudican. Ellos, simplemente, quieren lo que quieren.
Y no se juzgan por ello.
…hasta que los padres, les cargamos las energías de la culpa, la recriminación, los “debería” incumplidos, la vergüenza…
Creencias que nos pertenecen a los adultos. No a los niños.
> Nuestros creencias y juicios nos delatan…
Y nos ofrecen una magnífica oportunidad de expansión de consciencia, de liberación, de sanación.
Si resuena contigo esta idea y te encuentras descubriendo que le has pasado a tus hijos creencias que preferirías no haberles regalado (todos lo hacemos sin saberlo), no te quedes ahora en el latigarte por esa herencia.
Adueñémonos de nuestro poder de escoger distinto y en el AHORA, mirémonos, exploremos nuestras creencias y decidamos quién queremos ser a partir de ahora.
Decidamos deliberadamente y despiertos, no en automático e hipnotizados, qué creencias deseamos entregarle a nuestros hijos.
> Nuestros hijos son un sublime camino de sanación.
Sólo podemos dar lo que tenemos. Así que al escoger qué creencias deseamos tengan nuestros hijos, tenemos que tenerlas en nuestro portafolio, para poder entregárselas.
Si queremos que nuestros hijos crean y se sepan abundantes, amados, suficiente, capaces… necesitaremos primero creerlo nosotros… sobre nosotros mismos.
FUENTE: TIEMPOCONCIENTE.COM
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