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“En este país existe una igualdad relativa entre todos los estratos sociales. Los ricos no presumen en exceso y los pobres no se ven humillados. Un verdadero espíritu de igualdad que nace del convencimiento de que todos somos iguales como personas se extiende de punta a punta del mapa social.” El orgullo de los japoneses (Fujiwara Masahito; Bungei Shunjū)
Esta es una cita que legó el célebre japonólogo británico Basil Chamberlain (1850 – 1935) y que aún es vigente hoy en día, a juzgar por el espíritu de igualdad que sigue reinando en la sociedad japonesa actual. Pero, ¿cuál es el origen de ese “espíritu de igualdad” en Japón?
Igualdad y educación en Japón
Me vienen a la mente las siguientes palabras de Fukuzawa Yukichi: “El Cielo no crea a ningún hombre mejor que los demás ni crea a ninguno peor que los demás.” “Al nacer no hay diferencia entre ricos y pobres. Solo el estudio hace al noble y al rico, y la ignorancia, al pobre y al plebeyo.”
Estos fragmentos forman parte de la obra Gakumon no susume (El estímulo del aprendizaje) de Fukuzawa Yukichi, un superventas del período Meiji (1868-1912).
Me pregunto si el origen del espíritu de igualdad de la sociedad japonesa no es precisamente esa filosofía que proclama el estudio como principal recurso para establecerse como persona. Fukuzawa Yukichi ya apuntaba hace 140 años que lo que decide el futuro de un país no es ni el desarrollo económico ni la explotación de los recursos naturales, sino el conocimiento y la educación para cultivarlo.
Al evocar las trascendentales palabras de Fukuzawa no pude evitar pensar en el caos que impera en el mundo árabe actual.
El mundo árabe necesita del conocimiento japonés
Han pasado ya dieciocho años desde que llegué a Japón. Me siento tentado de decir que han pasado muy deprisa, pero la verdad es que han sido dieciocho años muy intensos. Los primeros diez años, aunque sacudidos por situaciones que sobrepasan la imaginación, fueron muy valiosos. También los ocho posteriores hasta llegar a donde me encuentro ahora estuvieron repletos de vicisitudes.
Hace poco en la universidad donde trabajo recibí una petición inesperada. Se trataba de presentar la Universidad de Tōkai y la educación japonesa en la feria Najah de educación superior y estudios en el extranjero (promovida por el Gobierno de Emiratos Árabes Unidos) que iba a celebrarse en Abu Dabi, la capital de EAU.
Los países árabes, antaño célebres como importante cuna del conocimiento en la prolongada historia de la humanidad, están haciendo un esfuerzo por recuperar la gloria pasada de la región. Lo que persiguen es un modelo nuevo, distinto de los que ha visto el mundo árabe hasta la fecha y distinto también del modelo de desarrollo y educación occidental. Y el modelo de desarrollo y educación con el que han dado en su búsqueda muchos de los países árabes es precisamente el de Japón. Así es: en estos momentos la mayoría de los países árabes están iniciando una carrera para hacerse con el “conocimiento” de Japón. Como resultado, el interés por Japón está subiendo como la espuma en todo el mundo árabe. Y lo que más atrae ese apasionado interés es la ciencia y la tecnología japonesas, así como la forma de aprenderlas.
¿Qué tipo de educación quiere exportar Japón al resto del mundo?
Japón no parece descontento ante tal llamado al amor por parte del mundo árabe. Lo cierto es que el Gobierno y las instituciones educativas de Japón están más interesados que nunca en hacer llegar su “conocimiento” al resto del mundo como estrategia para montarse en la ola de la globalización. También en esa línea se ha anunciado el plan de aumentar en 300.000 el número de estudiantes internacionales para 2020 con el fin de atraer a Japón a los estudiantes más brillantes de todo el mundo.
Sin embargo, ¿qué tipo de educación puede exportar Japón? Es decir, ¿qué valor puede ofrecer para que valga la pena desplazarse desde otros países hasta Japón para estudiar?
Más de diez universidades japonesas participaron en la feria educativa que tuvo lugar en Abu Dabi. Cada una de ellas se esforzó al máximo por resaltar el atractivo de su carácter propio y su modelo educativo, pero los visitantes mostraron una reacción generalmente desapasionada. Fuera por motivos como la distancia geográfica o la dificultad del idioma, la verdad es que los estudiantes potenciales no vieron en las universidades japonesas ningún valor que les motivase lo suficiente para desplazarse hasta el “lejano Japón” en lugar de a los países occidentales.
Creo que de cara al futuro es necesario que Japón vuelva a considerar qué tipo de valor ofrece la educación que pretende exportar al resto del mundo.
Cuando vivía en Egipto, en mi vecindario había una bocadillería. Era muy barata y tenía cierto éxito. El establecimiento en sí se asemejaba a una parada callejera, con una cocina detrás de la barra donde el dueño cocinaba las hamburguesas. El sabor era más bien normal, incluso hay quien diría que era malo, pero por algún motivo a mí me gustaba y pasaba a comprar casi todos los días. Para mí lo mejor era la interesante conversación del dueño y los sabrosos encurtidos que regalaba para acompañar los bocadillos. Si ahora tuviera que valorar el atractivo de la tienda en términos de “valor esencial” y “valor añadido”, en valor esencial tal vez no podía competir con otros negocios, pero en valor añadido no tenía rival. Quizás incluso se pueda afirmar que la conversación del dueño y los encurtidos barrían a todos los establecimientos de la competencia.
¿Qué valor añadido ofrece estudiar en Japón?
El tema del valor esencial y el valor añadido es harto complicado y no se presta a análisis simples. Lo mismo sucede con la educación. En un país que destaca en ciencia y tecnología como es Japón, el valor esencial de la educación en cuanto a la técnica y el know-how que se ofrece no tiene parangón en ningún otro país. Lo que no está tan claro es cuál es el valor añadido de esa educación ni si Japón logra transmitírselo al resto del mundo.
“¿Cuál es el valor añadido de estudiar en Japón?”. Me pregunto cómo responderían los responsables de la educación en Japón si una organización o persona de otro país les hiciera esta pregunta. Creo que se trata de algo que la mayoría de las personas desconoce. El término “valor añadido” se puede definir como “utilizar una ‘cosa’ para crear otra ‘cosa’ nueva que tenga un valor superior a esa primera ‘cosa’ original”. Por ejemplo, aunque la excelencia de la ciencia y la tecnología japonesas sea mundialmente reconocida, Japón no es el único país que sobresale en estos sectores. Pero debe de haber alguna “cosa” que distinga a Japón del resto del mundo. Si yo tuviese que estudiar ingeniería mecánica en Japón, seguramente al plantearme la diferencia entre estudiar esta área en Japón, en mi país o en otros países, identificaría alguna “cosa” que solo puedo obtener si estudio en Japón.
¿Qué aprenden de los japoneses los estudiantes extranjeros?
“¿Crees que valió la pena hacer una estancia de estudios en Japón? Explica por qué.” Probé a lanzar esta pregunta a amigos y conocidos extranjeros que estudian en Japón. Se trata de una pregunta muy común, pero permite conocer qué aprendió esa persona con la experiencia y qué estuvo de más a su parecer. Veamos pues algunas de las respuestas que recibí.
“Cuando vivía en Arabia Saudí, prácticamente no me preocupaba de lo que los demás pensasen sobre lo que decía o hacía. Cuando supe que los japoneses actuaban siempre teniendo primero en cuenta la opinión de los demás, pude ver el mundo ya no desde mi propio punto de vista, sino desde el punto de vista del resto de la gente. Gracias a eso aprendí a autocontrolarme.” (Estudiante de Arabia Saudí, Facultad de Ciencias e Ingeniería)
“Los japoneses dan más importancia al proceso que a los resultados. Creo que el uso constante de la expresión ganbare, ganbare (ánimo, esfuérzate) es una manifestación de ese pensamiento. Aprendí que incluso a la hora de fabricar un producto, en Japón el proceso es el elemento más importante, por delante del resultado.” (Estudiante de Emiratos Árabes Unidos, Facultad de Ingeniería)
“En Japón existe un tipo de comunicación distinto del de Occidente, donde se intenta convencer a los demás utilizando solo la lógica y la razón. Durante mi estancia en Japón tuve la oportunidad de conversar y debatir con japoneses, y gracias a ello aprendí una forma de comunicación que prima la interactuación anímica con el interlocutor a la imposición de la opinión propia.” (Estudiante de Egipto, Escuela de Posgrado de Humanidades)
El “espíritu japonés” como fuente de valor añadido
Entre los estudiantes de otros países que han estudiado en Japón existen opiniones muy diversas sobre esa experiencia, pero lo que resulta evidente es que, desde su punto de vista, lo que más interés suscita no es el valor básico de la educación japonesa en ciencia y tecnología sino el valor añadido que aportan los aspectos espirituales propios de la cultura japonesa, como el sentido de comunidad, el respeto, la confianza, la lealtad y la estética.
El “Plan de 300.000 estudiantes extranjeros” del Gobierno japonés para atraer a más estudiantes internacionales y potenciar la proyección internacional de las universidades se centra en presentar a las universidades japonesas como un foco de innovación en materia de educación internacional. Sin embargo, en muchas de las universidades del país esa imagen de internacionalización no acaba de cuajar.
En primer lugar, creo que el sentido de la innovación yace en la construcción de un valor añadido nuevo. Utilizar un recurso barato como la lengua inglesa para maquillar un producto tan caro como la educación universitaria japonesa no servirá para aumentar el valor añadido de las universidades. Se trata de crear un nuevo valor para enriquecer la experiencia de los estudiantes que vienen de todas partes del mundo para disfrutar de ese producto llamado “estudios en Japón”. Lo que se espera de las universidades y la educación en general en Japón es que saquen a relucir ese valor propio que no puede ofrecer ningún otro país del mundo.
FUENTE: NIPON.COM
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